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¿Qué ocurre con las parejas?

El psicólogo Walter Riso comentaba “el amor tal como lo entendemos en occidente, es un problema de salud pública. El 60% de las consultas en terapia son por desamor”.

Walter describe muy bien la cuestión del amor y las parejas. Tenemos visiones muy parecidas que voy a tratar aquí. Por supuesto vamos a hablar de “pareja” de dos personas, indistintamente del género.

A lo largo de los años he ido reflexionando y aprendiendo sobre mi experiencia en solitario y en pareja. Sobre qué es lo que tendría que aportar yo y qué es lo tendría que aportar el otro. En mi vida como en la de otras muchas personas que he conocido, he ido observando que mucho del sufrimiento tiene que ver con que al principio uno se autoengaña, y ve al otro como pareja, basándose simplemente en que les gusta físicamente, en que no les gusta estar solos, en miedos, en baja autoestima o que al estar con alguien podrán llevar una vida diferente. No cabe lugar a dudas, que todo ello llevará al “fracaso” a menos que haya más ingredientes en la olla. Hay que tener claro que una pareja se compone de dos, sino se llamaría de otra manera. Por tanto, ambos están implicados. Por ejemplo, uno por soportar cosas que no debería, como el otro por faltar el respeto. Tras una ruptura hay dos opciones: haces una autoreflexión de lo que ha sucedido o no. El caso es que si elijes la primera opción tendrás la oportunidad de aprender, de conocerte y de evolucionar. Entonces, ¿es un fracaso una separación? Desde mi visión, la respuesta es NO, si usas tu experiencia como trampolín y no como una emoción paralizante.

Nadie tiene la potestad para hablarte o tratarte mal, y menos permitírselo a tu pareja, ya que es una persona que has elegido para compartir tu vida, al menos en este momento. La frase “hasta que la muerte nos separe” ha hecho mucho daño a muchas personas a lo largo de la historia, porque no hay que soportar ni permitir ciertas cosas, y muchas personas lo han hecho, al integrar esta frase como uno de sus pilares fundamentales. Y ha creado culpabilidad y vergüenza. Ha hecho que parejas sigan juntas por la presión de sentirse culpables al dejar la relación e incluso después de haberla dejado han seguido con culpa a lo largo de su vida, lo que al mismo tiempo es un “sin vivir”. Si algo no funciona, hay que cambiarlo. Tú crees que una persona encaja como pareja para ti y luego ves que no, no pasa nada, se deja la relación. Yo siento que en la vida estamos para evolucionar, para aprender y ser mejor persona, y esto también se consigue a base de prueba y error, como en el laboratorio. No es cuestión de ir a lo fácil y dejarlo rápidamente. Es cuestión de detalles mucho más profundos e importantes, como vamos a ver, y si tenemos en cuenta estas cosas que pueden hacer que una pareja funcione, ¡pues vamos a aplicarlas!

Entonces, ¿solos o en pareja? Pues las dos cosas. Si eliges compartir con alguien, como veremos a continuación, no tienes que dejar de lado tu autonomía, tu persona, tu individualidad. Al revés. El sentido de compartir, es ese. Sumar.

Y te has preguntado alguna vez ¿qué es lo que hace diferentes a las parejas que realmente funcionan y son felices? ¿Qué les caracteriza?

¿Qué hacen diferente las parejas exitosas? Por supuesto me refiero a aquellas que además de amor, sienten plenitud, calma, confianza, alegría, etc. No parece fácil, y dejar que el amor fluya hacia otro siempre se puede ver como un riesgo a perder, a fracasar, a dejar entrar a otra persona en nuestro mundo. Esto lo veremos a continuación.

Una de las cosas importantes que he ido observando, es que, es clave que las dos personas sepan y disfruten de su soledad. Que aprecien su tiempo consigo mismos y que sientan alegría por ello. En muchas ocasiones nos juntamos con otra persona para que el otro llene un vacío personal que arrastramos desde la infancia, y que no hemos parado a solucionarlo de adultos. Es decir, el otro nos sirve de muleta. Sin embargo, la ecuación es muy distinta cuando se suman dos personas completas en sí mismas compartiendo su vida, lo que cual sin duda va a aportar a la tuya, generando sensaciones exponenciales de plenitud y felicidad. Y, aun así, debemos seguir siendo independientes (aunque nos cueste por la sociedad en que hemos vivido), sin agarrarnos a la otra persona, sin necesitarla (literalmente). Una cosa es querer que estés en mi vida, echarte de menos y querer compartir (para eso estamos juntos), pero no “necesitar” desde el punto de vista de estar apegados, porque es sinónimo de adicción y te corromperá. Esto sería limitar tu vida a la necesidad del otro. Compartimos la vida, pero sin la desesperación del apego, porque es el primer paso para entrar en el miedo a la pérdida, dejar de hacerte cargo de ti mism@ (autonomía), y esto es lo que posteriormente lleva al sufrimiento. La cuestión es amar en libertad manteniendo la capacidad de dirigir tu vida.

Entonces, parece que lo sano sería decir: “Elijo y decido estar contigo, pero no te necesito”. No estamos realmente acostumbrados a escuchar una expresión así, y hay personas que les chocaría y se ofenderían: “¿cómo que no me necesitas?”.

“El amor es para valientes” WR. Esto no significa que no se tenga miedo, sino enfrentarlo aun temblando. Es amar con la liberación del peso de la idea “en cualquier momento me dejan o esto podría terminar”, y entonces te entregas con disfrute, aún con la realidad de que la vida es cambio y que todo puede transformarse. Cuando te abres al amor muestras tus vulnerabilidades. Como dice Walter, “el héroe aguanta cinco minutos más el miedo”.

El amor no es suficiente para que una pareja funcione. En una pareja hay acuerdos y desacuerdos en el día a día. ¡No tenemos que estar de acuerdo en todo! Sin embargo, si hay desacuerdos sobre tu forma de ver la vida y la del otro, ¿qué va a ocurrir? Si hay amor, pero hay diferencias extremas culturales, religiosas, políticas, si uno es rutinario y el otro es aventurero, uno es muy prudente y el otro más alocado que fluye, si uno no quiere evolucionar y crecer y el otro lo busca permanentemente, si uno ama la música y el otro no la soporta, a uno le encanta viajar, o la autocaravana, y a la pareja no, etc. Algunos parecen ejemplos banales, y sin embargo es una forma de vivir y disfrutar del tiempo que se tiene. ¿Crees que el amor es suficiente? Por supuesto que no. Yo me considero una persona romántica, pero “solo” el amor no funciona. En estos ejemplos, habrá conflictos y dificultades porque no se vive bajo el mismo prisma, ni con las mismas lentes, y la forma de ver la vida se basa en los principios y valores que tengas, ya que son los que te orientan hacia un camino u otro. De esta manera, además del amor, hay que reflexionar sobre si se es compatible con esa persona.

Tus principios y valores son las creencias fundamentales que guían tus decisiones y acciones. En una pareja, compartir principios y valores similares crea una base sólida y duradera. Tus principios son como la brújula interna que te ayuda a tomar decisiones éticas y morales. Los valores, por otro lado, son como las estrellas que guían tu camino. Pueden ser la lealtad, la honestidad, el humor, el respeto o cualquier otro que consideres esencial. Cuando ambos en la pareja comparten principios y valores, es más fácil entender y apoyar las elecciones del otro, fortalece la conexión emocional y ayuda a estar en sintonía en la frecuencia de lo que consideran importante y significativo en la vida. Se da una sensación de alineación profunda. Es como tener un compañero que entiende y respeta las cosas que más valoras. También significa que, en los momentos de desafío, puedes confiar en que esos principios comunes actúan como un ancla que mantiene firme la relación.

Por eso, cada cierto tiempo es útil revisar los valores sobre los que vives, revisar qué es realmente importante para ti. Conforme vamos evolucionando, nos vamos transformando en nuevas personas. Cada día somos una persona diferente si acaso hemos modificado algo de nosotros mismos. Por ejemplo, algo tan sencillo como “ayer no hacía deporte, hoy lo he incorporado y es importante para mí”. Aquello que es importante para ti, va a hacer que te enfoques en una forma de vivir, y esto no se puede negociar. Si uno no está sensibilizado con la ayuda a los demás y el otro es su forma de vida, habrá seguramente conflicto. Como dice Walter Riso, “la idea es que nos indignen las mismas cosas, estar en la misma orilla”.

Se ha visto que las relaciones que funcionan comparten ciertas características distintivas. ¡Vamos a verlas!

Deseo y atracción. Ganas por el otro. Querer sentir al otro. “Me gusta”. El deseo es esa chispa emocional que nos impulsa a querer estar cerca de alguien más. A veces, ni siquiera sabemos por qué nos sentimos atraídos, pero el deseo juega un papel clave en ese impulso de querer construir conexiones significativas.

Y la atracción es como ese imán mágico que nos hace sentir atraídos por otra persona, desde lo físico hasta la conexión emocional o intelectual. Claro, la apariencia física puede ser un factor inicial, pero la verdadera atracción va más allá de eso. La forma en que nos conectamos emocional o intelectualmente con alguien también juega un papel fundamental, e incluso más profundo.

El deseo y la atracción son como compañeros de baile, influyéndose mutuamente. La intensidad del deseo puede alimentar la atracción y viceversa. El deseo nos impulsa a buscar esa conexión especial, mientras que la atracción nos mantiene fascinados por la singularidad de la otra persona, como pieza única y valiosa.

Reciprocidad. Es una relación horizontal, donde nadie lleva la sartén por el mango y nadie se siente sometido.

Es el equilibrio que mantiene las cosas en armonía, como un juego de intercambio constante. No se trata solo de cosas materiales, sino de compartir experiencias, emociones y esfuerzos. Es como un pacto no escrito de contribuir al bienestar del otro de una manera que sea mutua y significativa.

Imagina lanzar un boomerang lleno de afecto y cuidado. Cuando lo lanzas, sabes que regresará. Es ese flujo constante de energía positiva que se comparte entre dos personas, desde pequeños gestos diarios hasta apoyarse en momentos difíciles, nutriendo la conexión de una manera única.

Sin embargo, no se trata de llevar un recuento estricto de quién hace qué. Hay una sincronización natural, donde ambos están en sintonía con las necesidades y deseos del otro. Es entender que el esfuerzo y la atención que inviertes en la relación se devuelven, creando un círculo virtuoso de conexión y afecto, que proporciona una sensación reconfortante de saber que estáis en esto juntos, apoyándose mutuamente.

Tener espacios propios. Las parejas saludables no se superponen totalmente.

Tienen su propio rincón cómodo en la relación. No se trata de construir una muralla, sino imagina que tu espacio personal es como tu canción favorita en una lista de reproducción. Puedes compartirla con tu pareja, pero a veces, prefieres ponerte los auriculares y disfrutarla por tu cuenta. Es un espacio que no es solo físico, sino también es mental y emocional, donde puedes recargarte, observar tus pensamientos y sentimientos, de manera independiente y simplemente Ser. Puedes tener tus propias ideas, metas y sueños sin perder tu conexión con tu pareja, ya que tener espacio personal no significa distanciarse. Al contrario, es como darle aire fresco a la relación. Esto evita la monotonía, fomenta el asombro y preserva la individualidad. Es entender que ambos son individuos únicos con sus propias pasiones y momentos.

Admiración. La admiración es esencial para el amor.

La admiración es como las cualidades y acciones de tu pareja te dejan boquiabierto y con asombro. Puede ser su ingenio, su bondad, o incluso la forma en que maneja los desafíos de la vida. Es más que solo apreciar lo obvio, ya que es descubrir esas pequeñas joyas únicas que hacen que tu pareja sea extraordinaria. Desde cómo sirve un café hasta cómo maneja las situaciones difíciles, cada detalle contribuye a esa admiración que tienes por ella.

Además, la admiración alimenta la conexión. Es como tener esa llama constante que hace que quieras ser una versión aún mejor de ti mismo, inspirado por la grandeza de tu pareja.

Sensibilidad y entrega. Compartir el dolor y la alegría del otro es fundamental.

La sensibilidad y la entrega son como las melodías que crean la banda sonora de un amor auténtico. La sensibilidad es la capacidad de sintonizar con las emociones del otro, como si estuvieras tocando una canción en su corazón. Es como estar en sintonía con su sinfonía emocional o tener antenas emocionales, captando no solo las palabras que se dicen, sino también los matices de los sentimientos.

Y la entrega, esa parte donde pones tu corazón sobre la mesa y dices: «Aquí estoy, con todos mis altibajos, listo para compartir contigo». Es más que solo estar presente físicamente; es estar ahí con todo tu ser, comprometiéndote a sentir la alegría y el dolor de tu pareja como si fueran tuyos.

El respeto. Este va más allá del miedo y la veneración.

Es la columna vertebral emocional en las relaciones. Es como tener un código de honor compartido, donde ambos se miran y reconocen la valía y la integridad del otro, creando un espacio seguro de confianza, donde cada acto de respeto es como poner una piedra más en el camino hacia una conexión profunda.

El respeto en la pareja es más que solo evitar palabras hirientes o gestos despectivos. Es la comprensión de que ambos son seres humanos únicos, con sus propias experiencias, pensamientos y emociones. Es dar espacio para que cada uno se exprese, sin juzgar ni menospreciar.

Imagina el respeto como ese apoyo incondicional que dice: «Eres tu propia persona, con tus propios sueños, y yo estoy aquí para apoyarte en cada paso». No se trata de controlar ni de cambiar al otro; es más bien permitir que florezcan como individuos dentro de la relación.

La base del respeto es la admiración mutua, la aceptación de las diferencias y la creencia de que ambos merecen ser tratados con dignidad. Es reconocer que el otro no es un objeto que puede ser manipulado, sino un sujeto con voz y autonomía.

Y el respeto une dos mundos individuales en uno compartido. Es el entendimiento de que, incluso en desacuerdo, se puede mantener la conexión respetando los límites y las opiniones del otro.

Comunicación y honestidad. Hace que las relaciones brillen.

La comunicación es como una danza verbal, donde compartes tus pensamientos, tus alegrías, tus preocupaciones, y no solo con palabras, sino con esa energía que fluye entre los dos y que fortalece la conexión.

Y la honestidad, es la transparencia que actúa como el pegamento que mantiene todo unido. La honestidad es más que solo no mentir; es ser auténtico, incluso cuando es difícil. Es abrir tu corazón y decir: «Aquí estoy, con mis imperfecciones y mis verdades, listo para compartir contigo». Es como una ventana abierta, donde ambos pueden ver claramente lo que hay dentro, compartiendo tus emociones, incluso las más difíciles, y confiar en que tu pareja estará ahí para apoyarte. Así, también se construye una confianza sólida.

Y cuando la comunicación y la honestidad están presentes, se crea un espacio seguro donde ambos pueden ser vulnerables y comprenderse mutuamente. No se trata solo de hablar, sino de escuchar con el corazón, de entender las palabras no dichas y de ser receptivo a las necesidades del otro.

Humor y misma forma de ver la vida.

Ver la vida bajo el mismo prisma es tener un mapa emocional similar, donde son compañeros de aventuras y cómplices que reman hacia la misma dirección, disfrutando los pequeños placeres cotidianos o enfrentando grandes desafíos juntos, y construyendo un viaje significativo lado a lado. Es un entendimiento tácito de hacia dónde se dirigen y cómo quieren moldear su historia conjunta, compartiendo los mismos principios. No se trata de estar de acuerdo en todo, sino de entender y respetar las aspiraciones y valores del otro. Es encontrar un equilibrio entre las metas individuales y las metas compartidas.

El humor es esa capacidad de no tomarse demasiado en serio, de soltar tensiones y de encontrar la alegría incluso en las cosas más simples, en las excentricidades mutuas, compartiendo sonrisas y risas que crean una conexión única y especial, donde la vida cotidiana se convierte en una aventura divertida. Es saber que, sin importar lo que suceda, siempre puedes contar con un momento ligero y alegre con tu pareja.

Y las parejas que funcionan también aplican unos límites claros. Por ejemplo como básicos:

Falta de amor evidente. Parece lógico y de perogrullo pero es importante. ¿Cuántas parejas no siguen juntas sin quererse? Y sufren mucho… Cuando hay indiferencia o falta de interés hay una indicación clara de que no hay amor, y es crucial reconocerla y actuar en consecuencia.

La autorrealización. Es lo que para ti es vital poder desarrollar como persona con pasión, entusiasmo y motivación. Es tu propio camino en el que descubres tus talentos, sueños y valores. Es lanzarse a una aventura emocionante contigo mismo, identificar tus pasiones y trabajar hacia metas que te llenen de alegría y sentido. Puede ser aprender una nueva habilidad, tocar un instrumento, desarrollar una carrera que amas o simplemente abrazar aspectos de tu ser que te hacen único.

Es construir tu propia historia, en un proceso de crecimiento continuo, donde te permites evolucionar y florecer como persona. Es decir «sí» a las oportunidades que te desafían y te ayudan a crecer, incluso si a veces significan salir de tu zona de confort. Y la pareja no debe obstaculizar el desarrollo de los talentos, habilidades y sueños individuales que tengas, porque estarías negociando tus valores. «Si estar con esa pareja dificulta mis metas fundamentales, esa pareja no me viene bien para mi vida». Si la pareja te ama de verdad, no va a cortar tu desarrollo personal ni tus pasiones.

Además, cuando te comprometes con tu autorrealización personal, también enriqueces tus relaciones, incluida la pareja. Tu crecimiento individual puede inspirar y fortalecer la conexión con ella, creando armonía entre el «yo» y el «nosotros».

Principios y valores. Si la relación exige comprometer tus principios y valores fundamentales, es un límite claro. Esa pareja es más que probable que no te convenga.

Realmente, muchas características descritas y que aplican las parejas que funcionan, como el respeto, la confianza, la honestidad, etc. también son aplicables en la amistad y en la familia. Como decía al principio, nadie tiene el derecho a hablarte o tratarte mal, ni física ni emocionalmente. Tú eres un ser único que ha de ser respetado por tod@s.

Y ten en cuenta dos cosas, el que intenta hacerte sentir culpable, intenta manipularte y “solo las personas que sufren, crean sufrimiento” Robin S. Sharma. Pero esto será tema de una próxima entrada…

Si te apetece compartir tu opinión o tu experiencia, no dudes en dejar un comentario.

¡Buen camino y un fuerte abrazo!

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