¿Hasta qué punto nuestras creencias y pensamientos influyen en el cuerpo? ¿Qué es el efecto placebo? Es el cambio que se produce en un paciente cuando se le da una sustancia que realmente no tiene ningún principio activo, que es inerte a la hora de producir cambios bioquímicos en el cuerpo. El placebo se ha utilizado desde siempre y se incorpora en investigación clínica como control para comparar resultados en los pacientes, con respecto a un medicamento que está siendo estudiado. Sin embargo, se ha observado que esa sustancia inactiva, sí que conlleva cambios beneficiosos y ha atraído la atención de muchos investigadores que se han centrado en su estudio. Hay que decir que este efecto puede ser diferente dependiendo del tipo de paciente y de otras variables…Y aún así…¿Cómo un compuesto, que es como un terrón de azúcar puede mejorar el estado de un paciente con sufrimiento? Placebo es una palabra derivada del latín que significa “complacer”, “agradar”. En las numerosas investigaciones se observa que tiene efectos directos en el sistema nervioso a través de determinados procesos neurales que se activan por expectativas concretas del paciente, y como consecuencia mejora del organismo. Se producen cambios fisiológicos, psicológicos y emocionales favorables, siendo un buen ejemplo de las interacciones cerebro-mente-cuerpo.
Concretamente se llevó a cabo un experimento muy interesante que se publicó en la revista internacional Journal of Neuroscience; en 173 personas se evaluó el dolor producido simultáneamente en cuatro regiones del cuerpo: las dos manos y los dos pies. Para ello se inyectó subcutáneamente capsaicina en cada mano y en cada pie. Se trata de un componente activo de los pimientos picantes que produce quemazón de forma muy localizada durante 12-15 minutos; tiempo necesario para poder obtener una respuesta del placebo que se iba a aplicar a continuación. Tras un minuto de la inyección de capsaicina, la sensación de dolor de todos los participantes en las cuatro zonas comenzó a los 21 segundos. Después de unos minutos de la inyección, a un primer grupo se les aplicó una crema neutral (placebo), compuesta por aceite de tomillo y agua, alrededor del pinchazo de una mano y de un pie. Se les dijo que esa crema era un potente anestésico local y que reducía la sensación de quemazón de la capsaicina. ¡Estos participantes creían que iban a ser tratados con una crema que les iba a quitar el dolor! Por otro lado, a un segundo grupo se les aplicó lidocaína al 5% en crema, que realmente anestesiaba la piel alrededor de la aguja subcutánea. Lo que se observó en este estudio fueron dos cosas importantes. Primero, que el grupo en el que se había aplicado la crema acuosa (el placebo) tuvo una respuesta analgésica y sólo en la parte del cuerpo donde la expectación estaba dirigida. Es decir, donde la persona esperaba que se le aliviara el dolor y no en la otra mano o pie donde la crema no había sido aplicada. Y segundo, que la respuesta específica del placebo estaba mediada por el sistema opioide, en el que participan los neurotransmisores endorfinas y encefalinas (éstas son similares a la morfina, pero producidas por el propio cuerpo). Curiosamente, el placebo no actúa a través del sistema nervioso central afectando la sensibilidad al dolor y la capacidad de respuesta en todo el cuerpo. Por el contrario, presenta un orden de organización mucho mayor donde los opioides actúan como mediadores en un circuito neuronal específico, y por lo tanto la respuesta ocurre sólo en la zona del cuerpo donde la expectación está dirigida. Este sencillo experimento, demuestra que en la modulación del dolor están involucrados diferentes estados psicológicos como la expectación, la atención y la incitación, y como la mente puede influir de forma implacable en la eliminación de un dolor.
Por otro lado, otros investigadores han estudiado el efecto placebo sin la expectación por parte del paciente, sin el “engaño” piadoso por decirle que van a ponerle o darle un medicamento que le va a quitar el dolor. El estudio lo realizaron con pacientes que sufrían síndrome de colon irritable. Es un trastorno crónico del funcionamiento del tracto gastrointestinal y se caracteriza por mucho dolor abdominal y malestar, al tener los hábitos intestinales alterados. Y dividieron los pacientes en dos grupos: 1) Los que tomarían dos píldoras de placebo al día y 2) No eran tratados. Antes de empezar el estudio se les explicó con sinceridad que las píldoras de placebo eran inertes o inactivas, como pastillas de azúcar, sin ningún medicamento en ellas. Además, se les dijo textualmente que “las píldoras de placebo, como las de azúcar, habían producido en rigurosos ensayos clínicos cambios significativos de autocuración mente-cuerpo”. Así, los pacientes no esperaban nada concreto de esa píldora porque sabían que no era un medicamento, pero sí que tenían en su mente la información de que había producido mejora en otros ensayos clínicos… Como resultado increíble, un 59% de los pacientes tratados con el placebo presentaban alivio del dolor, lo que se puede comparar con las respuestas que se obtienen en los ensayos clínicos en los que se utilizan fármacos específicos para tratar esta enfermedad, como es alosetron. Entonces…cuando se les cuenta abiertamente a los pacientes que se les va a dar una pastilla inactiva y además con una justificación sensata, el efecto placebo es el mismo que cuando se tiene expectativa de que es un medicamento funcional.
De los avances recientes en la investigación del efecto placebo, surgen importantes implicaciones clínicas. Al tener una base psicosocial, la cercanía del médico, las palabras que emplea para dirigirse al paciente y otros estímulos sociales, pueden provocar cambios en la bioquímica cerebral del paciente… La responsabilidad del médico va más allá de la elección del medicamento que receta. Y que los mecanismos moleculares que son activados por placebos son los mismos que los activados por los fármacos; la respuesta es la misma que tomando el medicamento, lo que indica que existe una interferencia cognitiva y afectiva con la acción del fármaco.
“La ciencia moderna aun no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas” Sigmund Freud, médico-neurólogo (1856-1939).
Mari Paz Quesada