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Meditación, un estado natural que hemos olvidado…?

Si hacemos hoy una búsqueda bibliográfica de artículos de investigación biomédica escribiendo la palabra meditación, nos encontramos con 4021 estudios publicados en reconocidas revistas internacionales. Hasta hace unos años, la palabra meditación en los países occidentales todavía sonaba como algo filosófico, algo místico, de personas “raritas”, e incluso como algo “que no tiene que ver conmigo”… Personas que meditan desde hace años, lo constatan. Si comentaban a conocidos que ellos meditan, lo más probable era obtener como respuesta un gesto o palabra de extrañeza. Pero afortunadamente esta situación está cambiando y a toda velocidad, tanto a nivel personal de cada practicante de meditación, como a nivel científico en todo el mundo. Al decir ahora que meditas, la mayoría de las veces obtienes como respuesta una pregunta: ”¿Y cómo se hace? Yo intento relajarme pero me cuesta. Ya me gustaría dejar la mente en blanco más de una vez al día”. Y vemos que la sociedad y la ciencia van de la mano y por eso hay una apertura en ambas. ¡Genial!

Meditar como concepto general, no es “dejar la mente en blanco”. En unas primeras etapas de la meditación, más bien es convertirte en observador de tu mente y por lo tanto observar los pensamientos sin cogerte a ninguno de ellos ni desarrollarlos. La mente necesita entretenimiento, “algo que hacer”. Cuando no hay hábito de meditar, lo más probable es que la mente se comporte como una centrifugadora, o como dicen algunas tradiciones antiguas, como un mono loco que no para…un pensamiento tras otro…y luego otro, que se conecta con el último pero nada que ver con el primero que se generó en esa cadena de pensamientos.  La mente es una valiosísima herramienta de la que debemos disponer cuando sea requerido para resolver un problema, hacer cálculos matemáticos, para plantear una organización de algo,…etc, etc…Y para ser observador de la mente hay que educarla día a día, como el que quiere tener bíceps más fuertes, tan sólo hay que tener constancia. Se puede practicar a través de distintos métodos. ¿Y por qué con métodos? Porque pasar de tener una mente activa todo el día, a utilizarla nada más que cuando sea necesario, normalmente se necesita aplicar alguna técnica transitoria que nos ayude. Luego quizás ya no se haga falta y el estado de calma mental sea natural. Es lo mismo que cuando aprendemos a escribir. En un principio hay técnicas, como unir puntos que ayudan con la forma de las letras para luego poder escribir solos.

La meditación en un primer nivel es sacar la “basura” de la mente. Todos los días sacamos la basura que generamos en casa. La mente recibe constantemente bits de información que se quedan en ella sin un orden determinado y sin ser traducidos en pensamientos que sean útiles. Produce pensamientos cada día que se quedan “sucios” y que no los necesitamos. Más bien, sobran, nos perjudican. Además, muy habitualmente nos identificamos con lo que pensamos. Pero, ¿realmente somos lo que pensamos? Si un día te levantas por la mañana, te miras al espejo y te dices “¡Mira que eres feo! Qué estúpido eres!” y al día siguiente te levantas por la mañana, te miras al mismo espejo que tienes colgado en el baño y te dices “¡ Qué guapo estás hoy! Además, veo que hoy puedo hacer grandes cosas por los demás!”… ¿Quién eres realmente? ¿El del primer día o el del segundo día? Con la utilización de técnicas de meditación, no sólo se empieza a sentir la no-identificación con los pensamientos, sino que también modifica nuestra salud hacia un estado de mejoría. Y eso es lo que la ciencia está demostrando en los últimos años;  gracias tanto al cambio de visión de ser algo “rarito” a ser algo que se atisba y se comprende como fundamental, como también al avance de la tecnología que va permitiendo afinar cada vez más en los procesos biológicos del ser humano.

En 2015 la revista Nature publicó un estudio en el que describen un esquema muy claro y sencillo de lo que aporta la meditación en rasgos generales:

Otros artículos científicos Explican dos métodos generales de meditación. Uno donde la atención voluntaria se enfoca en un objeto, en una imagen visualizada, en mantras o en la respiración consciente. Concretamente, respirar conscientemente, seguir visualmente el aire al entrar y salir de los pulmones, le da un “trabajo” a la mente que ayuda a estar en el presente sin desarrollar una cadena de pensamientos. Este método, no sólo desarrolla la capacidad de enfoque sino que también aumenta la habilidad para estar alerta a las distracciones, para dejar de participar en ellas y para redirigir de nuevo el enfoque al “objeto” elegido. Induce un cambio en el carácter del individuo facilitándole la concentración. Avanzando con la práctica, llega un momento en el que la capacidad de mantener la atención en cualquier situación diaria se realiza sin esfuerzo y se traduce en un mejor desempeño de nuevas tareas en nuevos entornos. Es un estado en el que los pensamientos y sentimientos del pasado y del futuro dejan de existir. Los juicios, prejuicios y sentimientos de preocupación o miedo se transforman en apertura mental y aceptación de las circunstancias. Por ello, la meditación focalizada se ha definido por algunos investigadores como “el mantenimiento de la conciencia en el momento presente, que aparta al individuo del fuerte apego a sus creencias, pensamientos o emociones, de manera que desarrolle un mayor sentido de equilibrio emocional y por lo tanto de bienestar”. Estos cambios funcionales van asociados a cambios estructurales de la materia gris de diferentes regiones del cerebro que son activadas al estar en estado de meditación, y se dan gracias a la plasticidad cerebral. Con un poco de constancia es relativamente fácil llegar a estos cambios.

“La diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión persistente”, Albert Einstein (1879-1955), físico alemán.

Un segundo método que la ciencia explica es la meditación contemplativa, la cual no se centra en ningún objeto determinado y es más fácil llegar a ella si ya se ha practicado el método de focalización. Poco a poco se disminuye el foco de atención elegido y se enfatiza la facultad de escucha, en un sentido indefinido, para producir un incremento en la introspección de la conciencia. Este tipo de meditación se ha visto que aumenta la visión metacognitiva, “meta” del griego más allá y cognitivo, conocimiento. Se toma conciencia de uno mismo y del mundo que nos rodea con independencia de los pensamientos.

El neurocientífico Richard Davidson, de la Universidad de Winsconsin, ha estudiado la actividad cerebral en meditación del Dalai Lama, Tenzin Gyatso, y de los monjes que le acompañan, concluyendo su investigación diciendo: “nuestros resultados indican que la meditación tiene efectos biológicos. Produce cambios en el cerebro asociados a emociones más positivas y mejora la función inmune”. El cerebro debido a su actividad eléctrica produce diferentes tipos de ondas, cuya frecuencia se mide en Herzios (Hz) y que corresponde con un determinado estado de conciencia, que pueden modularse mediante la meditación:

  • delta (0.1-3.99 Hz): Sueño profundo.
  • theta (4-7.99 Hz): Meditación, pre-sueño, calma, inspiración.
  • alfa (8-13.99 Hz): Relajación, creatividad, placer, bienestar.
  • beta (14-30 Hz): Concentración, actividad mental, alerta, miedo, dolor, frustración.

La práctica constante de la meditación, o de disciplinas de las que forma parte fundamental como es el Yoga (Kundalini) o el Chi Kung, juega un papel muy importante en el estado psicofisiológico del individuo y se puede practicar a cualquier edad. Sincroniza los dos hemisferios cerebrales, emitiendo ondas alfa a más baja frecuencia y mayor amplitud, directamente proporcional al periodo de práctica. Esto significa que la mente racional y los sentidos (característicos de las ondas beta) disminuyen su actividad, a la vez que parte del potencial latente en el cerebro puede activarse. Se produce una experiencia de descanso y ausencia de ansiedad/tensión (equilibra el sistema nervioso eliminando todo tipo de fobias, bloqueos y miedos), aumento de la creatividad, mayor claridad y capacidad de resolución de problemas, influye positivamente sobre las funciones autónomas (ritmo cardíaco, tasa respiratoria, circulación sanguínea, digestión, etc), armoniza el conjunto de funciones fisiológicas, genera una actitud de apertura mental, etc. Esta situación en la mente y en el cuerpo comporta un estado de bienestar, de comprensión, de gratitud. Existe una sincronización en todo nuestro ser y una importante atenuación de los efectos fisiológicos causados por el estrés.

Afinando todavía más, en diversos estudios se ha analizado la expresión diferencial de 47.000 genes en el ADN de muestras de sangre, de personas con experiencia en meditación y yoga, comparándolas con inexperimentados. Las diferencias fueron claras, donde los experimentados tenían una mayor expresión de genes que participan en respuesta al estrés oxidativo, lo que implica una mayor capacidad de neutralizar el daño celular; también había una disminución de genes implicados en procesos inflamatorios. Es decir, la meditación está influyendo sobre los mismos objetivos en los que puede actuar un analgésico o un antiinflamatorio.  Para confirmar que estos cambios se producían por la práctica, los inexperimentados meditaron y practicaron yoga durante 8 semanas tras este análisis. De nuevo, los resultados de expresión fueron similares a los obtenidos en los que sí que tenían experiencia en meditación y yoga. No cabe duda de que estados de relajación mental y física, cambian la dirección de activación de genes que van a beneficiar nuestra salud y calidad de vida.

Especialistas de la salud que son conscientes de esta realidad están integrando técnicas de meditación en la práctica clínica, que junto a las habituales técnicas de psicoterapia, el sanitario ayuda a las personas a mejorar el autocontrol y la capacidad de afrontar situaciones. El bienestar que produce centrarse en el presente puede aliviar el sufrimiento que se vive en desórdenes afectivos como la ansiedad y la depresión. Y además, la meditación ayuda no sólo a la recuperación de enfermedades (hay estudios donde se ve que la meditación favorece la calidad de vida de pacientes con Parkinson), sino también a la prevención de las mismas.

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